Después de haber estudiado pintura en la Academia de Bellas Artes de México empezó a dedicarse a la fotografía a partir de 1924, aprendiendo ésta de forma autodidacta. También se dedicó a la cinematografía trabajando al lado del gran director ruso Sergei Eisenstein. Plasmó con su cámara los paisajes y las gentes mejicanas con gran maestría, una fina ironía y una gran originalidad, sobretodo en sus desnudos. Álvarez Bravo quedó fascinado con una muestra de André Breton donde descubrió el surrealismo, iniciándose una estrecha amistad con el artista. En los años 40 inició su etapa cinematográfica para luego retomar una etapa más madura y de línea geométrica dentro del mundo de la fotografía. Imágenes como esta "La buena fama durmiendo" (1939) son una buena muestra de su arte.
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